14 abril 2020

La ética volvió a iluminar al periodismo

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La pandemia del COVID-19 ha revalorizado a la ética como componente central del periodismo

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Redacción Hora de Cierre

La cobertura periodística del coronavirus, desde una perspectiva ética, es algo difícil de lograr y la razón es, según Beth Daley, editora y gerente general de The Conversation, el conflicto inherente entre dos obligaciones éticas: la de decir la verdad y la obligación de no contribuir injustificadamente a aumentar los niveles de ansiedad del público.

The Conversation es una red de medios sin fines de lucro, con sede en Australia, que publica trabajos de investigadores y académicos en inglés, español y francés.

En una era de alta conectividad mediática la ansiedad por el nuevo virus en pocos meses se ha convertido en un pánico global del que ningún país es inmune.

La estampida por el papel higiénico, por ejemplo, ha sido universal. La compulsión por ese producto de aseo personal ha vaciado los anaqueles de las tiendas y supermercados de todo el planeta y, a la vez, ha expuesto la irracionalidad del pánico.

Daley sostiene que aunque el COVID-19 no es el producto de los medios, ciertos ángulos de su cobertura son "éticamente injustificables" porque han promovido la ansiedad.

"El trabajo de los medios es contar una historia con suficientes detalles para permitir una buena comprensión pública de lo que sucede. Esto se hace dándole a los hechos una prominencia justificada de acuerdo a su impacto en la vida diaria de las personas y utilizando un lenguaje en proporción con los riesgos que enfrenta la comunidad", expresó Daley. "Y si eso promueve la ansiedad del público, entonces se trata de una consecuencia inevitable de mantener al público informado". El problema ocurre en cuanto el periodismo se esconde de sus preceptos éticos.

Por ejemplo, cuando el gobierno de China encubrió la seriedad del brote del virus se perdieron días valiosos para desarrollar una respuesta y se negó a la gente la información que necesitaba. Esto es inaceptable, lo cual puede sonar como algo abstracto, pero ¿qué significa concretamente para el trabajo de los periodistas?

Las historias que se han publicado sobre el coronavirus, según la editora de The Conversation, se pueden clasificar en tres grandes grupos. El primero y más importante es el de las historias sobre consejos de salud e información sobre la propagación de la enfermedad; quién está bajo riesgo, qué respuesta están dando los gobiernos y otras autoridades, qué sucede con la economía, y cómo nuestra vida cotidiana está siendo trastornada.

El segundo grupo de historias es menos importante, aunque quizás más entretenido: una riña en un supermercado por papel higiénico o gente que acapara alimentos enlatados. Y el tercer grupo simplemente está lleno de basura, caos y teorías conspirativas.

Daley citó dos casos. En los primeros días de la crisis se informó en Australia de "última hora" que pasajeros de la aerolínea Qantas se hallaban varados en Singapur debido al virus, pero luego resultó que se debía a una falla mecánica. Y un periodista de Sky utilizó esa estación, una de las más vistas del país, para decir que el gobierno chino había desatado el virus para deshacerse de los ciudadanos más débiles.

"Generalmente es el segundo grupo de historias el que termina promoviendo el pánico y la información irrelevante. La razón es que estas historias pretenden entretener más que informar para, seguramente, tener más chance de ser replicadas en los canales digitales bajo contextos que no corresponden a las normas del periodismo ético", expresó la editora de The Conversation.

La obligación de los líderes de la sala de Redacción es pensar muy bien el papel que asignan a estas noticias, si merecen ser publicadas y, si lo merecen, que tanta prominencia ameritan.

"Los valores periodísticos conocidos como 'consecuencia' y 'significancia' necesitan recibir prioridad sobre los conceptos de 'novedad' y 'entretenimiento'. También el lenguaje es importante. Necesita ser proporcional con la narrativa de un hecho verdadero", agregó la editora.

Si existe confusión en torno a un tema, el periodista debe decirlo. ¿Y si la situación es caótica? En cuanto más alta sea la retórica que utilizan los periodistas, con mayor seguridad estarán contribuyendo a la ansiedad pública. Todo esto es aún más duro cuando gente en cargos públicos o en posición de poder difunden desinformación para su beneficio o el beneficio de sus ideas o partidos políticos.

El COVID-19 es una historia de gigantescas proporciones. La historia del siglo, la han llamado algunos. La Organización Mundial de la Salud considera que la desinformación o las fakenews afectan directamente a la salud y la seguridad social, ejerce gran presión sobre los recursos públicos y la capacidad de respuesta de los gobiernos, afecta la economía y conlleva riesgos que hasta ahora no han sido completamente comprendidos.

La gente en todas partes se haya justamente preocupada. Por esas mismas razones la situación impone pesadas obligaciones sobre los periodistas para que apliquen las más altas normas de ética en la forma en que narran sus historias", agregó el organismo mundial de la Salud.

La propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) en un mensaje dirigido a los medios de comunicación afirmó que la difusión de noticias falsas también puede considerarse como un problema de salud pública.

"El derecho a la vida fundamental y no derogable está en juego, y los gobiernos están obligados a garantizar su protección. La salud humana depende no solo de una atención médica fácilmente accesible. También depende del acceso a información precisa sobre la naturaleza de las amenazas y los medios para protegerse a uno mismo, a su familia y a su comunidad", afirmó la ONU.

La difusión de bulos y desinformación a través de las redes sociales llevó al presidente de la Comisión Nacional de Emergencia de Costa Rica, Alexander Solís Delgado, a pedir a sus compatriotas que se abstengan a replicar los informes o comentarios a los que acceden a través de las redes sociales.

De pronto, a causa de la pandemia, todos los discursos y los innumerables esfuerzos contra la manipulación descarada de la información, asumieron una perspectiva de gravedad y por primera vez ha penetrado hondo en la conciencia del público.

Los líderes de las principales empresas del internet, Google, Facebook, WhatsApp, etc., tomaron medidas inéditas para filtrar la información en el nuevo clima de pánico por el coronavirus.

Facebook creó un Centro con información confiable que se muestra en la parte superior de las noticias en la red social.

"Nuestra meta es poner información autorizada frente a todos los que usan nuestros servicios", dijo Mark Zuckerberg. El Centro mostrará contenido de expertos en salud pública, celebridades, académicos y también promulgará otras formas alentadoras de reducir el riesgo de coronavirus.

Además, la red social está lidiando con el desafío de que los trabajadores que moderan el contenido están trabajando desde sus casas, muchos de ellos contratados a través de compañías externas, para reducir el riesgo de coronavirus.

"Hay ciertos tipos de moderación de contenido que son muy sensibles, como el suicidio y la autolesión, y si trabajas en ese contenido durante mucho tiempo puede ser un gran desafío emocional", indicó. La revisión de algunos contenidos por moderadores también ha provocado algunos cuestionamientos de privacidad. Por ahora, Facebook está en proceso de encargar los tipos más sensibles de moderación de contenido a empleados de tiempo completo, según Zuckerberg.

La pandemia del COVID-19 es una historia que lo abarca todo, pero también una que reta la autoridad del periodismo y los periodistas. Es una plaga a la que aún los expertos no conocen.

Jon Allsop, de la revista Columbia Journalism Review, escribió lo siguiente: "No conocer las cosas es un anatema para los periodistas. A aquellos que adolecen de habilidad para analizar datos, que somos la mayoría, nos resulta particularmente difícil conectar con el público porque a los periodistas nos gusta mostrar autoridad y una incertidumbre como esta hace que eso sea casi imposible. Y entonces recurrimos a los expertos para robustecer nuestra autoridad, pero aunque hay abundancia de expertos, ellos también no están seguros y a menudo disienten uno del otro sobre las implicaciones de lo que saben".

La salida de esta situación es insistir en la educación de los periodistas en cuanto al análisis de datos y cómo proyectar historias con valor para el público y no solo estadísticas, como la de número de infecciones y muertes, que a menudo no presentan la realidad de lo que ocurre.

Por otra parte, aún en medio del exceso de información, una de las responsabilidades principales de los periodistas es no desmayar en la vigilancia de la integridad de los asuntos públicos.

En ese sentido, la revista Columbia Journalism Review resaltó que dos periodistas de ProPublica y Daily Beast, trabajando desde sus casas, descubrieron y denunciaron el escándalo de senadores federales que aparentemente se beneficiaron de información privilegiada en transacciones en la bolsa de valores.

"Un buen ángulo en estos días es tratar de ver quién se está beneficiando del sufrimiento de los demás. En muchas formas estamos informando sobre una guerra y todo lo que una guerra significa", aseguró a CJR Lachlan Markay, periodista de ProPublica.

Finalmente, la ética del periodismo esta íntimamente vinculada a la libertad de prensa, un precepto básico que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) ha venido pregonando desde hace más de 75 años y que ahora se revela como un factor primordial para el interés público frente a la pandemia.

El columnista de The Miami Herald, Andrés Oppenheimer, expresó que, basado en un estudio de la Universidad de Southhampton, si el gobierno comunista de China no hubiese censurado la información sobre el nuevo virus por tres semanas, hasta un 95 por ciento de su expansión por el mundo se hubiese evitado. "Sin una prensa libre, independiente y crítica, nunca seremos capaces de obligar nuestros líderes a enfrentar estas pandemias más temprano que tarde y así salvar vidas", aseguró.

A fines de mazo, la SIP en una de sus resoluciones de medio año denunció que varios gobiernos del hemisferio han adoptado medidas de excepción bajo el pretexto de combatir mejor a la pandemia, acciones que ratifican el riesgo de desproteger a la población y dejar la a merced de los impulsos dictatoriales.

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