31 diciembre 2019

¿Vendrán las fake news a salvar a los medios de comunicación?

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Desde los albores de la web, - aún de manera imperceptible y con diagnósticos y pronósticos equivocados-, éste revolucionario avance de la tecnología anunciaba un cambio de paradigmas en la comunicación social.
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Por Gustavo Yocca*

Desde los albores de la web, - aún de manera imperceptible y con diagnósticos y pronósticos equivocados-, éste revolucionario avance de la tecnología anunciaba un cambio de paradigmas en la comunicación social.

En el inicio algunos medios de comunicación, (en especial los gráficos) vislumbraron en la red una herramienta que permitiría ampliar su universo informativo, así como sus ingresos. En ese ideario la mayoría de las empresas periodísticas crearon redacciones independientes con inversiones descomunales en recursos humanos y tecnológicos y creyeron ver ahí, la piedra re fundacional del equilibrio económico en un mundo en el que la lectura ya había comenzada a ser devorada por la imagen.

Las demás plataformas comunicaciones tradicionales (radio y televisión fundamentalmente) miraban desde lejos este fenómeno y no advertían la amenaza que el crecimiento de internet, podría causar en sus entornos empresariales y en sus audiencias.

La gratuidad para acceder a las noticias en los portales de internet sumado a la baja recaudación en concepto de publicidad que le reportaban sus "home page" hicieron que aquellas grandes salas de redacción creadas pocos años atrás se fueran reduciendo hasta fusionarse dado el fracaso económico que el desdoblamiento reportaba.

Paralelamente la caída en las ventas de ejemplares, -con la consecuente disminución de los ingresos por publicidad dadas su menor lectoría-, había llegado para quedarse y no se vislumbraba ningún camino de salvación.

Como si todo esta fuera poco, las redes sociales como Facebook y google notificaban que los anunciantes habían decidido mutar la publicidad desde quienes generaban los contenidos a los que solo los difundían y ahí, el golpe al paciente que ya estaba en situación delicada, lo introdujo a un coma inducido.

El crecimiento de otras plataformas como Twitter, Instagram o WhatsApp ahondó la enfermedad del paciente y ratificó que los ingresos que generaban los contenidos noticiosos (o de entretenimiento) iban a seguir en manos de quienes los distribuían mientras que quienes los generaban y producían, se quedarían con la menor porción de la torta

Este fenómeno que al inició solo parecía afectar a los medios gráficos, pronto fue amenazando a otras plataformas y hoy es un hecho que la televisión abierta continúa siendo masacrada por redes como YouTube, sin contar los golpes que le infringen plataformas de streaming como Netflix, HBO, Fox, Apple TV o Amazon.

Frente a esta realidad los medios tradicionales parecían expresar esa frase del jacobino de nuestra Revolución de Mayo Juan Jose Castélli al decir: "Si ves al futuro, dile que no venga", para luego ir generando estrategias que intentaran mantener a salvo las empresas sin perder calidad periodística apelando para ello, a cuantos recursos pudieron imaginar.

Botellas de vino, conejitos del amor, autitos de carrera, o cuchillos para asado; inversión en gráfica, publicidades invasivas, contenidos visuales al mejor estilo televisión abierta (The Weekly del New York Times es hoy un buen intento) narrativas para nichos específicos, o para públicos especializados o lectores fidelizados con la marca, fueron algunas de las tantas herramientas, -que con mayor o menor éxito-, las compañías intentaron.

Que lejos quedó aquel apotegma sobre que se podía hacer periodismo de calidad pese a ofrecer contenidos de manera gratuita, o aquel otro sobre que la ampliación de las audiencias generaría ingresos suficientes para solventar la misma calidad informativa.

De la mayoría de las herramientas que los medios ensayaron para su subsistencia, los muros de pago (en sus distintas variantes) las tarjetas de fidelización (con baja penetración todavía) y un redoblado esfuerzo por la excelencia periodística se vislumbraban como las apuestas con mayor eficacia.

Pero el problema que todavía se advertía frente a éste "trípode salvador" es que esa mayor excelencia periodística requiere de elevados costos para su producción y que tanto el "paywall" como las "loyalty cards" o una combinación perfecta de ambas, son alternativas que la sociedad todavía no internaliza ni acepta dócilmente después de más de treinta años de acceso en forma gratuita a las noticias.

En medio de esta catástrofe que ponía en vilo al periodismo de calidad, la desfachatez de una sociedad que no conoce de reparos morales en pos de alcanzar sus objetivos, comenzó a exhibir prácticas que generaban zozobra, preocupación y rechazo.

La manipulación de datos de los usuarios (con herramientas de inteligencia artificial como big data) comenzó a minar la credibilidad de la información que de manera gratuita circulaba por las redes sociales y así vimos crecer exponencialmente noticias falsas sin sustento ni rigor profesional producidas solo para fines inconfesables o manipulación de las conciencias.

Las fake news, -que parecerían haber llegado para quedarse-, siguen creciendo a niveles exponenciales y están infectando todas las plataformas con mentiras y engaños que bajo forma de noticias circulan a la velocidad de la luz.

¿Cómo podrán detener las redes sociales esa andanada de noticias manipuladas o falsas que recibimos a cada minuto?

La respuesta a éste interrogante es todavía una incógnita dado que parece imposible controlar el tráfico informativo en la web, y ni que hablar del trabajo de los trolls o bots que las multiplican exponencialmente.

¿Cómo otorgarle credibilidad a noticias generadas por actores anónimos o falsos de las que nadie se hace responsable y que circulan alegremente?

¿Será posible que la liviandad en la construcción de la noticia, la falta de un sujeto responsable, la manipulación de los perfiles o a la abrumadora información falsa nos lleven a buscar nuevas alternativas para regresar al periodismo de calidad y confiabilidad?

Es sabido que no se pueden generar noticias de jerarquía sin afrontar los costos de su producción. Un Watergate no se hubiera destapado sin rigor periodístico y editores dispuestos a solventar su investigación.

La producción de noticias de calidad requiere profesionalismo e inversión. Las redes y su gratuidad han minado los ingresos de las compañías periodísticas para sostener el desarrollo profundo de un periodismo de calidad.

A la luz de estas reflexiones habrá que preguntarse: ¿Concluirá la sociedad que para tener información calificada y confiable alguien tendrá que pagar para poder generarlas? ¿Estará dispuesta a elegir entre un periodismo de calidad que compromete su prestigio y patrimonio en lo que publica o en uno engañoso pagado por bancos, embajadas o carteles que invierten en publi notas tendenciosas que beneficien a sus intereses? ¿Podrá discernir entre la maraña de noticias que se reciben de manera gratuita cuales de ellas son amañadas o tendenciosas y cuales no si ninguna de ellas cuenta con un editor que se responsabilice por su divulgación? ¿Decidirá desconfiar de lo anónimo o amañado que puede incluso llevarlo a tomar malas decisiones o a su propio desprestigio por repetir información errónea, o apostará al valor de las marcas al momento de consumir contenidos?

¿Serán las "fake news" el complemento que faltaba para que las noticias manipuladas por los terroristas de la información nos regresen al periodismo de calidad con financiamiento genuino e independiente que asegure certidumbre credibilidad y confiabilidad?

¿Se comprenderá que, así como para escuchar música con fidelidad de audio o ver una película con buena imagen y a portafolio abierto se necesita pagar un abono, también eso deberá acontecer para recibir información veraz, sería y no contaminada?

Los lectores de The Economist y su proyecto "reader first" afirman que en realidad es poco lo que se les cobra por todo lo que reciben en las distintas plataformas de este medio.

Las fake news llegaron para quedarse. Habrá que ver si estas prácticas deleznables nos devuelven a un periodismo sustentable y de calidad.

*Gustavo Yocca. ex director de los diarios El Liberal (Argentina) y La República (Uruguay)

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