La hegemonía comunicacional de Estado es un hecho indiscutible. Restan pocos medios independientes a quienes les cuesta sobrevivir en medio del deterioro institucional, social y económico.
La hegemonía comunicacional de Estado es un hecho indiscutible. Restan pocos medios independientes a quienes les cuesta sobrevivir en medio del deterioro institucional, social y económico.
La tarea periodística – con grave afectación de las exigencias de la vida democrática – se imposibilita. Es casi nulo el acceso a la información en manos del Estado, pues se reduce a lo que declaran, sin interpelación, verificación o contrastación, los funcionarios del régimen. La censura previa, sea mediante la respectiva legislación de control de contenidos vigente o la figura más reciente y oprobiosa de la adquisición de medios de comunicación social hasta ayer independientes, en apariencia privados y ocultos tras pactos de confidencialidad, doblega las líneas editoriales. Es criminalizada y judicializada toda forma de expresión social y política disidente, sea de periodistas, de dirigentes vecinales, estudiantiles o políticos. La propaganda oficial proselitista, copa los horarios estelares de la programación radial y televisiva, genera a través de repetidas cadenas oficiales o presidenciales, un efectivo blackout informativo.
FUENTE: nota.texto7